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El Quechua más que una piel… un alma

Publicado: 2015-08-31

El economista Richard Webb menciona que según “la UNESCO, existen 52 lenguas en riesgo de desaparecer. El Quechua es una de ellas. Constatamos que si bien las comunidades se reproducen están dejando de enseñar a los niños su idioma, el Quechua. Aparentemente, el “desarrollo económico”, en los 200 años de la llamada modernidad, está acabando con las culturas originarias y al referirnos a cultura, se incluye el idioma. Es importante y útil registrar estadísticamente el uso del Quechua y mucho más, el de su proceso de aprendizaje; por ejemplo, en los censos se consignan algunos datos: en el censo nacional de 1940, 2 de 3 peruanos aprendían el quechua como idioma materno, es decir el 67% de la población nacional; en 2007, sólo el 15% de peruanos lo registran como idioma materno. En la encuesta de hogares –ENAHO-, cuando se analiza a los jefes de hogares encontramos: el 2001, el 30% aprende el quechua y el 14% solamente lo usa. ENDES, que analiza variables locales, menciona que en mujeres de 14 a 45 años, al 2012, sólo el 7% de mujeres usa el Quechua como idioma habitual”. Estos datos fueron presentados por Richard Webb en el conversatorio “¿Tiene futuro el quechua?” organizado por el Ministerio de Cultura y el Instituto de Estudios Peruano, donde también participaron, Virginia Zavala y Patricia Ames, el miércoles 30 de abril del 2014. 

Desde un enfoque “científico”, cuantitativo, se plantearía una proyección lógica, insinuándose que el Quechua atraviesa un proceso de extinción. Y sería más enfático ello, si revisamos algunos trabajos antropológicos, como el de Alejandro Ortiz, “La deserción étnica”, donde se menciona la fuerza de los padres de habla quechua para rechazar la educación bilingüe y el requerimiento que sus hijos únicamente aprendan castellano.

Pero, si vemos que en Huancavelica se alcanza un bilingüismo importante en las ciudades; así mismo, en San Lorenzo, por la selva norte; apreciamos que resurge el uso del idioma con vitalidad. Esto nos revela escenarios contradictorios. Virginia Zavala, profesora de la PUCP y especialista en el tema, nos dice que: “sin duda, comparando con décadas atrás, hay una coyuntura de mayor apertura al Quechua. Anteriormente, a los estudiantes de primaria, se les ponía un hueso de carnero para que no hablen quechua. Ahora, los hablantes están visibilizados. Existen políticos que pierden elecciones en diferentes localidades, porque no hablan en quechua. Muchos quechuahablantes han sido elegidos como alcaldes, incluso parlamentarios. En Huancavelica y Apurímac el 75% de la población se considera quechuahablante. En tal sentido, interrogantes como ¿Por qué no se usa el quechua? ¿Usarlo o no? Tiene detrás, un argumento ideológico” discriminador, racista, eurocéntrico.

Si contabilizamos 300 años de colonización española y 200 de una República que discriminó la sierra, y la cultura andina, asumimos que el Quechua soportó 500 años de opresión y es la lengua originaria más hablada en América Latina. Por ello, tenemos que ver su vitalidad desde las realidades regionales y territoriales donde nuestros pueblos nacionales interactúan. En los últimos 10 años, se ha generado un movimiento por la defensa del Quechua significativo, argumentando que las lenguas no se mueren biológicamente, que al ser prácticas sociales, son personas quienes están detrás de ese uso y que pueden tomarse acciones para su promoción; sin embargo, enfrentan toda una estructura de pensamiento social establecida, desde élites criollas, cuyo patrón de poder se sustenta en la discriminación.

Virginia Zavala tiene críticas a los datos censales, señalando que si bien puede existir 15% que tienen al quechua como idioma materno, muchos bilingües, aprenden el Quechua como segunda lengua y lo aprenden en su proceso de socialización con los abuelos. Además, existe otro tanto que lo comprenden. Y sobre su uso en el hogar, existe un diálogo en ambos idiomas, castellano y Quechua, con lo cual no se puede decir que solo uno se utiliza, como plantea la pregunta censal. En resumen, los datos censales tienen problemas en el recojo de información. Un estudio de la PUCP, realizado por Zavala, menciona que en las siete provincias de Apurímac se encuestó a mil estudiantes entre de primaria y secundaria de zonas urbanas, sobre sus percepciones: el 70% hablaba quechua con papá y mamá, 70% aprendió de su abuelo y el 65% le gustaría que le enseñen mucho más en la escuela. No obstante, también existen experiencias en las que se expresa la dominación cultural; por ejemplo, narra Zavala que, “cuando su acompañante se acercó a un quechua hablante y le hizo una pregunta en quechua, éste le respondió en castellano para indicar que sabe tal idioma y evitar el trato como un ser inferior”.

Patricia Ames, estudiosa de la educación rural y bilingüismo, considera que “la utilidad en la vida cotidiana ha ido cambiando en las generaciones más jóvenes; ellos ven más ventajas que impedimentos; el Quechua deja de asociarse reduccionistamente a la categoría social campesino, puesto que existen muchos y muy buenos profesionales que hablan quechua, que tienen movilidad social y pueden alcanzar aspiraciones económicas siendo quechuahablante; con todo, no son las decisiones individuales de enseñar a sus hijos el Quechua determinaciones aisladas, están condicionadas por una carga histórica. La pregunta ¿Tiene futuro el Quechua? depende no solo de los quechuahablantes”; esto último, convoca a la sociedad a reconocerse multicultural y promover sus culturas precolombinas. Patricia Ames contrasta el ejemplo que narra Virginia Zavala mencionando que “Cuando se está en Cataluña y se le pregunta en castellano a algún catalán este le responde en el idioma catalán, sabiendo que quien pregunta desconoce el idioma”; es una condición de auto-reconocimiento, estado que se ha alcanzado con años de lucha política. Patricia Ames también menciona que “otro argumento ideológico es el de la irreversibilidad de la historia, prefigurar que estamos en modernidad y no podemos retroceder (se establece lo Quechua como pasado), que hay que alcanzar irreversiblemente el desarrollo”. Pero entendemos – continua Ames – que “los procesos sociales no son irreversibles son una construcción de las relaciones sociales” y hay que intervenir en la realidad para poder alcanzar una sociedad más igualitaria, democrática y sin discriminación.

Las ideas que cosifican al Quechua como vestigio viviente, que hay que preservar como una huella del pasado que no retornará, propaladas desde cierta intelectualidad en Lima, están equivocadas. La prueba son los conflictos sociales que se manifiestan en diferentes territorios del país durante décadas, al mismo tiempo de pregonar que el crecimiento macroeconómico nos está desarrollando. Son estos conflictos, que sobrepasan la reivindicación económica y que buscan el reconocimiento y la participación de los pueblos en el devenir de sus destinos, los que aportan a redefinir nuestra visión de país y Estado; y, son procesos que expresan un acervo cultural muy amplio.

El campo no es el único espacio donde se resiste el Quechua, a morir. Es en las ciudades y en Lima, en especial, donde se rediseña también su futuro, pues una transformación política desde el Estado, en un país centralista como el nuestro, podría permitir mejores condiciones para su promoción, desarrollo y liberación, proceso que revertiría dialécticamente en la reconfiguración de un Estado plurinacional y pluriétnico.

En el debate sobre el futuro del Quechua se expresan contradicciones en disputan. Por un lado, una ideología euro-céntrica dominante, de represión cultural, propone que salir de la pobreza en el campo o las comunidades significa aprender el castellano y acriollarse; y, por el otro, una resistencia muy fuerte y cada vez mayor, con la globalización imperante, de reivindicación de identidades culturales que se materializan en el idioma, desde el Quechua, el Aymara y las muchas lenguas amazónicas.

No podemos dejar de anotar que la palabra Quechua, al referirse al idioma del Tahuantinsuyo, fue impuesta despectivamente por los colonizadores, el nombre original es el Runa Simi; no obstante, sus hablantes han logrado descolonizar la palabra Quechua y ser a través de ella la materialización de una cultura. El Quechua expresa el alma de uno de los pueblos que habitan el Perú y de sus descendientes (las grandes masas cholas) que entremezclados entre las urbes supuestamente “modernas” expresan sus vivencias humanas a partir de procesos sensibles autónomos. El Quechua no es solo una herramienta práctica para la comunicación, sino que a través de él genera un tipo de racionalidad y valores; por eso, como toda lengua es alma de una cultura. De este modo, al Quechua no se puede comprenderlo, desde los números (cuantitativo); es prioritario verlo (desde lo cualitativo), como un proceso de relaciones sociales; entender sus dinámicas de representación del mundo material, sus formas de relacionar sus elementos simbólicos, la elaboración de su pensar y su pensamiento y no como costumbre o folklore. Y aunque los quechuahablantes producen muchos conocimientos, desde la cultura occidental aparecen como conocimientos marginales, puramente metafísicos, rituales y mágicos. No se les otorga la categoría de ciencia y no los incorporan como elementos fundamentales y no accesorios, en el currículo educativo nacional, impidiendo su desarrollo, lo que para Boaventura de Sousa Santos es el anuncio de un “epistemicidio”.

En el actual periodo de globalización (o globo-colonización para algunos), se ha generado, en diferentes partes del mundo, un renacimiento del orgullo local, regional, que va integrado con lo étnico, cultural, lingüístico; situación que también se despierta en el Perú y puede jugar un papel subversivo desde el plano de lo subjetivo/intersubjetivo, elemento imprescindible para cualquier tipo de transformación social y complemento para una redistribución equitativa de la producción social.

La tecnología, en esta revolución informática, genera elementos de promoción y difusión cultural. Existen más de 500 páginas en el internet en Quechua. Se crean espacios de diálogos interculturales, a nivel nacional e internacional, en universidades extranjeras; se empieza a enseñar el quechua, encontrándose en New York un club de práctica de Quechua. En Lima existen centros o clubes de Quechua. Queda claro, hablar quechua es un acto social y político.

Sin embargo, la actitud de los grupos de poder empresarial, nacionales y trasnacionales; y, sus académicos, culturalmente occidentalizados y racistas, imponen su ideología por los medios de comunicación y promocionan una estética y simbología diferente a la piel y el alma de la mayoría de peruanos e impiden el desarrollo de la dinámica cultural andino-amazónica. La liberación de nuestra cultura popular-nacional es un acto revolucionario y requiere de una fuerza política, de un programa político, de una victoria política para su concreción, pues se trata de reconfigurar la estructura del poder político.

El Quechua se convierte en uno de los detonantes subjetivos que pone el alma a nuestros pueblos, y debería impregnar a nuestras izquierdas, en su voluntad de alcanzar el poder (para socializarlo y democratizarlo). Solo así podremos decir que somos y constituiremos lo que José María Arguedas refirió “un país de todas las sangres”.


Escrito por

MARCO SIPAN

Sociólogo con Posgrado en Estudios Políticos en la UNMSM. Investigador social y especialista en política electoral


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