NAVIDAD ACHORADA. ¡Que se vayan todos!
Keiko, que con la censura a Saavedra, demostraba que las elecciones no se habían acabado con la segunda vuelta y que, con la venia del Cardenal, arrinconaba a PPK demostrando públicamente que acababa de capturar el poder político, se le ha aparecido la virgen, una vez más.
El fujimorismo al no estar dentro del ejecutivo en los últimos años, al parecer, no estaría implicado en los actos de corrupción que han envuelto los negocios de Odebrebretch y al Estado peruano desde el 2005 hasta el 2014 durante los gobiernos de Toledo, García y Humala; todos los gobiernos electos del régimen democrático neoliberal. Y que con las declaraciones de Marcelo Odebretch comienzan a temblar, presidentes y ministros de los últimos 15 años por lo que la justicia de Estados Unidos llama el "mayor caso de sobornos extranjeros en la historia".
Más allá, de los que estén implicados (y que deben purgar condena), las sumas de los sobornos y el silencio cómplice de periodistas, consultoras, estudios de abogados y políticos de los diversos grupos de derecha, lo sucedido es un hecho político. Y sobre los hechos políticos, las ciencias sociales y la ciencia política, nos mencionan que existen interpretaciones convenientes según cada agrupación política para alcanzar intereses, sean estos en favor de la mayoría de los ciudadanos o solo de un grupo.
El fujimorismo teniendo el poder en el legislativo, que ha demostrado, además de la hegemonía en algunos sectores populares, ahora puede ir a pulverizar a cualquier rival de derecha que se le pudiera poner al frente. Pues han quedado descalificados con tamaña corruptela. Incluso el actual presidente y gente muy cercana a él, tendrían cosas que aclarar. Y más allá que estén implicados o no, la sensación anti-política y anti-Estado comienza a efervescer entre la ciudadanía. Sin embargo, han pasado ya varios días de la mediatización del tema y no ha salido a referirse sobre esto ¿por qué?
Antes de responder habría que ver la conducta de las derechas en América Latina últimamente y como han respondido y han generado crisis políticas teniendo mayorías parlamentaria. Sin querer caer en la justeza o no de las denuncias a Zelaya, Lugo, Dilma, las mayorías parlamentarias neoliberales han usado los “golpes institucionales” o “blandos” en la región para traerse abajo gobiernos de izquierda. En esas situaciones las polarizaciones estaban definidas en bandos de izquierda versus derecha, pero en tales casos son las izquierdas las que ostentan el poder y las derechas han demostrado que el uso de la violencia le es “legítimo” cuando son los ricos los que se movilizan (intentos de golpes a Chavez, Evo y Correa). En el caso peruano siendo los dos bandos neoliberales, en un entendimiento simplista se pudiera decirse que una vez sentados junto a empresarios, la embajada de EE.UU o la Iglesia podrían arreglarse y actuar coordinadamente para seguir ejerciendo el poder. Sin embargo, lo demostrado con el fujimorismo, es que cuando un grupo de derecha tiene la mayoría parlamentaria y otro grupo de derecha tiene el ejecutivo y entre ambos comienza a ver conflictos fuertes, la agrupación que hegemoniza en el parlamento, presiona desde ahí, censuran ministros incomodos y plantean la agenda política, podemos decir que hasta ahí van los limites democráticos dentro del neoliberalismo, fuerzas que compiten sin poner en juego el establishment.
Pero otra vez, apelando a la especificidad peruana, existen en los bandos que se enfrentan componentes culturales y tradiciones políticas bastantes diferentes una derecha populista y otra más tecnocrática (A.Zapata 2016). Incluso los actores mismos son de perfiles sociales diferenciados a simple vista: Leyla Chiguan, Joaquin Ramirez o Luz Salgado no son parecidos “sociológicamente” a Thorne, Zavala o Gino Costa, que son el reflejo de los electores que respaldan a ambas tendencias. Por lo tanto, este aspecto debe ser siempre considerado en cualquier análisis. Pero ¿es esto lo que dificulta que Keiko comience una arremetida contra el resto de políticos neoliberales? No.
Hábilmente Keiko luego de la derrota electoral justifico la misma, diciendo que han sido los poderes económicos, políticos y mediáticos los que impidieron su triunfo. Y siguiendo esa línea, Keiko pos elecciones, ha asumido una posición más dura. Su estrategia ha sido hasta hace pocos días la de la confrontación, y todo el fujimorismo ha asumido esa posición, para prueba las expresiones de los congresistas “mototaxis” durante la censura a Saavedra. Sin embargo, ahora con el caso de Odebretch en vez de aprovechar la oportunidad, se queda callada. Y es que una posición radical del fujimorismo podría poner en jaque no solo la democracia, que poco les debe importar si revisamos la historia de los noventa, sino que también puede abrir una puerta para que se cuestione todo el modelo neoliberal.
Durante años la izquierda ha denunciado el carácter corrupto del neoliberalismo, sin embargo, no ha sido capaz de pasar esa crítica de la academia a los sectores populares. El fujimorismo, contra el cual se levantó esta superestructura política, ha vuelto a convertirse al cabo de 15 años, en la primera fuerza política nacional, no sólo por haber perdido la presidencia por escaso margen en la segunda vuelta de junio pasado, ni porque ha conseguido la mayoría del Congreso de la República, sino porque ha terminado de convencer a la élites económicas, sobre todo aquellas que le negaron apoyo hasta el 2011, que por su programa, organización, asentamiento y respaldo popular, puede ser la única fuerza política capaz de asegurar la defensa y profundización del modelo. Y la “responsabilidad” del fujimorismo con el proyecto que implemento a inicios de los noventa, está modificando la estrategia que comenzaba a asumir pues un “golpe blando” tendría que tener como discurso la lucha contra la corrupción. Dejando también abierta la posibilidad que proyectos radicales puedan alertar a la población de que el elemento principal para que el neoliberalismo pueda sobrevivir es la corrupción.
El neoliberalismo en su versión autoritaria y populista de los noventa solo pudo sostenerse con la corrupción generalizada en los actores de las instituciones estatales y con el caso de odebretch sería el indicador fehaciente para evidenciar que el neoliberalismo supuestamente democrático tiene como herramienta la corrupción para poder “funcionar”. Es decir tanto el fujimorismo y todos los demás neoliberales podrían ser identificados como corruptos. Los achorados y los pitucos serian lo mismo. Y cuando la gente se da cuenta de eso. Y es alentada para movilizarse con organización, discurso y liderazgo puede el pueblo decir que se vayan todos.