El miedo de Keiko
Cuando cayó el fujimorismo, el neoliberalismo no cayó, hoy en cambio si cae esta “democracia”, puede caerse también el neoliberalismo. Fujimori impuso el modelo económico, y aun vulnerando el régimen democrático, siempre fue respaldado por el gobierno de los Estados Unidos, por el hecho mismo de aceptar todo el recetario del modelo neoliberal, expresado en el consenso de Washington.
Alberto Fujimori logro ser el intermediario entre los sectores populares y el gran capital trasnacional. Con un régimen autoritario como el que instaló luego del autogolpe de estado en 1993, tuvo la fuerza suficiente para negociar con los grandes consorcios trasnacionales y ser garantía del éxito de sus inversiones, por eso hasta emitió Contratos Ley, que desprotegían a nuestro país y vulneraban la soberanía nacional, como las privatizaciones en los sectores estratégicos.
La mayoría de los partidos de oposición al fujimorismo a finales de los noventa criticaron sus formas de gobierno, pero tras la caída del dictador, fueron el sustento del segundo piso neoliberal. Perú posible expresión del conflicto contra la dictadura con Alejandro Toledo en el gobierno fue el continuismo del modelo económico. Lo mismo sucedió con el aprismo de Alan García y con nacionalismo de Ollanta Humala, todos abrazados de la globalización neoliberal que les ofrecía ser los vendedores de materias primas. PPK hoy repite el libreto. 26 años de neoliberalismo que se impusieron con cruenta dictadura y que continúa dentro de esta democracia procedimental, y donde todos los gobiernos están implicados en corrupción.
Los diez años de fujimorismo más los 16 años de neoliberales “democráticos” son una época de corrupción. Esta época neoliberal que se impuso como hegemónica con la constitución de 1993, que es el eje que justifica una forma de relación entre el Estado y las empresas, donde el Estado se subordina al interés empresarial. Una Constitución que genera rentísmo por los recursos naturales en vez de industrialización, y que termina distorsionando el sistema político hacia la captura de esas rentas, produciendo corrupción y conflictos para apoderarse de las mismas y surge así, un Estado con todo un “staff” de funcionarios que responde a los intereses de las empresas transnacionales antes que a sus ciudadanos.
El fujimorismo tiene la oportunidad de destituir al gobierno de PPK, con todo lo que viene declarando Marcelo Odebrecht, así como “presionar” políticamente para que se arresten a diversos políticos, empresarios y periodistas vinculados al caso Odrebrecht, es decir generar una compaña contra quienes en su momento los persiguieron y dar una estocada a varios competidores neoliberales. Sin embargo, Keiko solo se queda expectante. Para mucho habría una relación Keiko-Odebrecht, y ciertamente, puede haberlo. Pero justo por eso le sería indispensable hacerse del poder estatal para poder lidiar mejor ante tal situación.
El fujimorismo de Alberto y el de Keiko tienen las mismas relaciones con la embajada estadunidense, con las corporaciones transnacionales, con la burguesía nacional y la iglesia católica, así como con las fuerzas armadas y los medios de comunicación. Sirven a los mismos intereses y son parte del engranaje político de la derecha neoliberal en la región. Alberto es padre de la constitución neoliberal que la impuso con una dictadura. Keiko quiere alcanzar el gobierno, mediante elecciones, camino que casi triunfa en el 2016, y no quedarse como el APRA, 50 años como oposición. Con toda la ira de la derrota que ha mostrado en varias oportunidades uno creyera que esta sería la oportunidad precisa para que acceda al poder invocando elecciones anticipadas. ¿Algo se lo impide?
El miedo de Keiko no es, si las trasnacionales pueden apoyar su campaña o no, tampoco la posibilidad de trabajar un adelanto de elecciones y salir derrotada por una fuerza anti-establishment, sino, su incertidumbre va porque comiencen a revisar todos los contratos de privatizaciones, concesiones y obras de Alberto, y sí se comienza a hallar responsabilidades en los casos de corrupción a gente que aún está vinculada a ella, esto generaría mayor decepción en la población, y una crisis de representación política, así, alcanzaría a todo el periodo neoliberal y con ello a todos sus actores protagónicos, una confrontación de tal magnitud abre la posibilidad de ver lo nefasto del fujimorismo de Alberto y donde Keiko, si quiere alcanzar el gobierno, estaría obligada a distanciarse de su padre, siendo este su principal capital político, sin el cual no podría llegar a ser presidenta. Guardar “mesura” es lo que le conviene y lo hará, dejando en claro que ella va a mantener al neoliberalismo en pie en el Perú, con la corrupción de por medio. Así pues como dice el dicho, otorongo no come otorongo, los fujimoristas no comen neoliberales.