ELECCIONES 2026: LA IZQUIERDA RADICAL PERUANA Y EL GRAN MERCADO DE LAS AMBICIONES
Quienes se autodenominan "verdaderos izquierdistas" están transformando el vasto espacio electoral de la izquierda en un "mercado", donde todo se compra y todo se vende. De cara a las elecciones de 2026, los peruanos somos testigos de cómo aquellos que alguna vez se proclamaron los legítimos herederos de José Carlos Mariátegui y Túpac Amaru han dejado atrás sus principios e ideología, para sumergirse en un juego sin escrúpulos, un espectáculo lamentable de ambiciones desmesuradas y alianzas oportunistas que revelan su falta de visión, irresponsabilidad y, sobre todo, su incapacidad para liderar nuestro país.
Antauro Humala se ha convertido en el ícono de este bazar político. Después de liderar lo que él mismo consideró una acción "insurgente", ahora se abraza con Juntos por el Perú en una alianza que desprende más desesperación que convicción. Antauro, quien antes representaba una postura antisistema, parece ahora dispuesto a vender sus ideales al mejor postor con tal de obtener una cuota de poder, especialmente tras los problemas que enfrenta con la dirigencia del partido que lleva su nombre, donde intentan separarlo de su militancia.
Pero el show no termina ahí. Guido Bellido, quien alguna vez fue la mano derecha de Vladimir Cerrón y a quien le debe su ascenso al cargo de Premier en el gobierno de Pedro Castillo, ahora se encuentra coqueteando con Podemos, el partido de José Luna Gálvez, implicado en el caso de corrupción "Los Gángsters de la Política". ¿Qué pasó con los principios del "Puka"? En este mercado, donde todo tiene un precio, obtener un cargo de senador parece ser el precio por el cual Bellido está dispuesto a venderse.
El actual congresista Guillermo Bermejo juega su propia carta, rogando en silencio para que Antauro Humala no pueda postular, viéndose a sí mismo como la "alternativa" de Juntos por el Perú para la candidatura presidencial. Un político que siempre ha proclamado su lealtad a la izquierda radical, hoy se encuentra sin perspectivas propias y con inscripción prestada, transformando su búsqueda de oportunidades en puro oportunismo.
Vladimir Cerrón, el eterno caudillo de Perú Libre, sueña con que sus casos de corrupción prescriban, utilizando la alianza de su bancada con el fujimorismo para abrirse paso hacia su postulación. Para Cerrón, la justicia es solo un obstáculo en el camino, uno que puede sortear negociando con sus aliados en las instituciones que ha logrado capturar. Este control institucional le otorga poder para mantener una militancia clientelista que lo sigue, no por convicción, sino por dádivas.
Duberly Rodríguez, ex presidente del Poder Judicial, se presenta como el candidato de los ronderos para las elecciones de 2026. Para conseguir sus ambiciones ha generado una fractura en el vasto movimiento campesino ronderil, al que no pertenece, pero del cual ha conseguido apoyos de algunos dirigentes. Solitario y aislado en este "mercado electoral", con pocas alianzas y una visión que no logra conectar ni con la izquierda ni con el país, su candidatura no solo se ve cada vez más remota, sino que también contribuye a fragmentar aún más un espacio ya debilitado.
Y no olvidemos a Aníbal Torres, cuyo nombre resuena con polémica tras sus loas a Hitler, ahora busca su propia candidatura, rezando para que su partido Adelante Pueblo Unido logre su inscripción. A sus espaldas lleva un historial de decisiones y opiniones controvertidas, pero eso no parece importar a algunos correligionarios como Anahí Durand y Hernando Zevallos que le guardan simpatía. Su interés por seguir en la palestra política lo llevó a elaborar un discurso que apela a restituir a Pedro Castillo en el poder e intentaba representarlo en las próximas elecciones. Sin embargo, a Torres, Bermejo y Bellido les debe haber disgustado que, desde su "celda", Pedro Castillo no se quede atrás y anuncie su intención de convertirse en senador por el partido Todo por el Pueblo, anuncio que deja a su paso la imagen de traidores a quienes pretendían canalizar el voto castillista. Castillo sigue soñando con un retorno al escenario político. Encarcelado, pero no silenciado, pone en jaque a los izquierdistas radicales, aunque primero Todo por el Pueblo tendrá que lograr su inscripción legal. A pesar de las críticas de la izquierda y la derecha, y aunque Pedro Castillo no tenga las cualidades de un líder que el país necesita, su apoyo sigue firme entre los sectores campesinos altoandinos, cuya cohesión electoral dentro de la izquierda sigue siendo mayoritaria.
Por último, pero no menos importante, Verónika Mendoza, que estuvo desaparecida en los últimos años, quiere competir con su partido Nuevo Perú. Por un lado, ha proclamado la unidad de las fuerzas populares y de izquierda, y por otro, ha convocado a la "insurgencia popular". Es necesario preguntarse, ¿a qué juega? ¿Son sus intenciones liderar y unificar a los grupos de izquierda radicales antes mencionados? ¿Cree realmente que tiene las cualidades para liderar un levantamiento insurgente y así llegar a Palacio de Gobierno? Ni siquiera Antauro se propone una hazaña tan enorme, y Verónika carece del respaldo popular necesario para pretenderlo. Parece estar más desconectada que nunca de la realidad del país, sumergiéndose en fantasías que solo la llevarán al abismo político. Sería más sensato que la dirigencia de Nuevo Perú conduzca a su militancia hacia una coalición democrática de centro progresista, en lugar de competir contra una camada de candidatos cuyo perfil es más populista y antistablisment que el de Verónika.
En este mercado de vanidades y ambiciones, queda claro que los autodenominados izquierdistas radicales no tienen una propuesta seria ni coherente para el Perú. Mientras los líderes radicales compiten por cuotas de poder, la división se profundiza, reduciendo aún más las posibilidades de una izquierda unificada y empujándola hacia el fracaso electoral. En lugar de unirse en torno a un proyecto de país, cada uno de sus líderes ha decidido seguir su propio camino, arrastrando consigo los retazos de un movimiento que alguna vez supo tener victorias electorales. El amplio sector electoral de la izquierda en el Perú, que aspira a un cambio social, ha sido traicionado por quienes se aprovecharon de ese espacio para obtener el gobierno y las curules parlamentarias, empeorando las condiciones sociales y económicas de todos los peruanos.
El 2026 se acerca, y con él, la inevitable derrota de estos líderes que han perdido el rumbo, olvidando que la política no es un juego de compra y venta, sino un compromiso con el bienestar de todos los peruanos. Mientras sigan en su mercado de ilusiones, el país se inclina hacia proyectos que rechazan a las tradicionales izquierdas y derechas, coludidas con mafias que han capturado las instituciones, recortado derechos a los peruanos y polarizado al país. La alternativa que puede llevarnos hacia el progreso y la unidad nacional reside en aquellos proyectos políticos que, primero, piensan en la gente.