EL MUNDO EN EL COLAPSO: DIÁLOGO CON HÉCTOR BÉJAR
La tarde del 12 de junio, bajo el frío punzante del invierno limeño, camine por los pasillos amplios y de concreto sobrio de la Residencial San Felipe, ese experimento urbanístico que alguna vez encarnó la promesa republicana y hoy sobrevive como un vestigio resistente. Pasé por los bloques silenciosos hasta llegar al edificio donde vive Héctor Béjar, quien ya me esperaba con su habitual serenidad. Juntos nos dirigimos a una de las cafeterías escondidas entre los jardines y los muros grises del conjunto. Recién regresado de una larga estadía en Europa, donde ha presentado sus dos últimos libros, el hombre que fue guerrillero, canciller fugaz y, sobre todo, uno de los más lúcidos pensadores sociales del país —siempre crítico de todo poder, ajeno a la domesticación ideológica— me abría una vez más las puertas de su pensamiento, en una conversación que prometía ser, como siempre, densa, libre y reveladora.
No había micrófonos ni grabadoras. Como siempre, nuestras conversaciones fluyen entre la anécdota, la indignación lúcida y los silencios largos. Esta vez, sin embargo, sentí que debía registrar sus palabras. Porque el mundo cruje, se descompone, se reconfigura, y Béjar, a sus más de ochenta años, sigue leyendo la historia como si estuviera en el umbral de algo que aún puede nacer.
Le pregunté por Europa. Me miró, se acercó, puso los brazos sobre la mesa. Su respuesta fue una clase magistral: (parte de sus comentarios los transcribo a continuación)
—Europa está en una convulsión profunda. Estuve en la movilización conmemorativa por la caída del fascismo en Milán. Miles asistieron, sobre todo jóvenes, con banderas rojas. Fue extraordinario. Los noticieros no lo cubrieron, pero en Europa movimiento social que está vivo. Mientras tanto, la ultraderecha crece en las urnas. Hay una desconexión: por un lado, las calles movilizadas; por otro, un sistema político encapsulado.

—En Inglaterra, también. Multitudes contra la guerra en Palestina. En Suiza, el Primero de Mayo fue una fiesta popular: banderas rojas, hoces, martillos, sindicatos, migrantes. Marchan miles, pero aún no tienen traducción electoral.
—Hay rabia acumulada en las clases medias empobrecidas. Parte de esa frustración la canaliza la extrema derecha. Pero también está surgiendo una nueva izquierda, que nace desde abajo, no desde los partidos ni el Parlamento. Aún sin forma.
—La ultraderecha avanza, no solo por su fuerza. Avanza porque la socialdemocracia se desdibujó. Porque la izquierda institucional abandonó la crítica del sistema. Se volvieron administradores del neoliberalismo. Por eso la gente ya no les cree.
Conversamos sobre la guerra en Ucrania. Béjar evita los discursos simplistas. Participa de redes de movimientos por la paz y la neutralidad activa, siempre desde una izquierda crítica. Espacios que ya habían emergido en guerras anteriores, y que hoy denuncian el alineamiento acrítico de la socialdemocracia europea con la OTAN.
—La izquierda parlamentaria adoptó sin matices el discurso de Washington. Rusia es dictadura. Zelensky, héroe. La invasión, incuestionable. Pero la derecha, curiosamente, es la que plantea el diálogo. Es paradójico, pero real.
—Ucrania ha bombardeado Moscú y aviones rusos de capacidad nuclear. La situación es gravísima. Como toda guerra, hay ataques de ambos lados.
—Alemania lidera el rearme europeo. El gobierno británico también apuesta por la guerra. Para ambos, es negocio. La paz no está cerca: ni la UE ni Ucrania quieren dialogar. Rusia se prepara para un conflicto prolongado. China y Turquía buscan mediar.
—En Alemania, Alternativa para Alemania es ahora primera fuerza en el este, territorios que fueran de la Republica Democrática Alemana. No porque la gente quiera fascismo, sino como protesta contra el belicismo y la corrupción. El europeísmo ya no seduce. Las clases medias viven una precariedad real. Y ante eso, el sistema responde con hipocresía: hablan contra Rusia, pero siguen comprándole gas y petróleo vía el contrabando de los hindúes.

Entonces, el tema inevitable: Gaza.
—Lo que ocurre es un exterminio étnico. Un crimen histórico. Israel es socio de Europa. Por eso sus llamados a la paz son débiles. Europa, que tanto habla de derechos humanos, ha perdido toda autoridad moral. Es hipócrita. Rusia no se mete. China tampoco. Israel busca destruir al Estado palestino. Pero los palestinos no se van a dejar.
Sobre Estados Unidos, Béjar fue directo:
—Trump es show y brutalidad. Un multimillonario que cree que puede gobernar como manda en sus negocios. Pero el establishment lo frena. Ahí está la crisis. La reacción contra él es fuerte, pero no es suficiente. California resiste, ante las medidas antinmigrantes, es una locura son más de 40 millones de latinos y no va poder expulsarlos. Trump quiere un EE.UU. fuerte y autónomo.
—Trump y Elon Musk se enfrentan. Musk representa una oligarquía tecnológica global, que piensa en el planeta como mercado. A él le importa poco EE.UU. Su mirada es incluso espacial por sus empresas vinculadas la construcción de satélites. Pero es también autoritario. Medio loco y facho. No entiende el sueño imperial de Trump. Le parecerá incluso una estupidez.
América Latina:
—El kirchnerismo hizo un buen gobierno, en vez de salir y luego regresar, apostaron con Alberto Fernández y tras la gestión de la pandemia, quedaron desgastados. Y Milei apareció como el destructor del Estado. Que no representa un fascismo clásico, más corporativista y nacionalista. Por el contrario si bien es autoritario se considera enemigo del estado.
—En Bolivia, el proceso está en ruinas. Evo y Arce actúan como enemigos. El progresismo, sin horizonte, termina en peleas por cuotas de poder. No aceptan a García Linera por racismo. Evo debió ser como López Obrador y trabajar su sucesión. Bolivia tiene una historia de movimientos indígenas potentes, que terminan destrozándose entre ellos.
Y sobre Rusia:
—La derecha alemana odia a Rusia. No olvidan que los soviéticos destruyeron a la Alemania nazi. Quieren revancha. Creen que Europa les pertenece. El alemán facho argumenta que las familias reales de Europa son de origen alemán y tienen ese viejo sueño imperial.
—En Rusia, los comunistas son opositores leales. Putin ha mantenido muchas conquistas soviéticas: salud gratis, educación gratis, potente poder militar, energía barata, entre otras cosas más. Continua el culto a Lenin y Stalin, en los museos se venera la etapa soviética. Rusia fue humillada en los 90, estuvo a punto de desaparecer como nación y el pueblo le agradece ahora a Putin sacarlos de esa humillación.
—Rusia pronto tendrá presencia política en América Latina. Los chinos solo hacen negocios. No tienen voluntad de implementar una política social en sus inversiones.
Nos despedimos con un abrazo. Mientras caminaba por los pasillos grises de San Felipe, pensé que Béjar sigue siendo lo que fue siempre: un rebelde que no ha perdido la capacidad de soñar con un mundo nuevo, aunque sepa que ese mundo aún no tiene forma. Pero está ahí. Latente.
